El desánimo, tajante, palpable, se pasea libremente por la ciudad libre, de encontrarse con los pocos animados, que inmersos en su festejo, no toman en cuenta el desaire que acongoja a los demás. Y dejan gotear el champagne, bañándose en su espuma que sigue goteando ante la escasa alegría nacional, ya que el día no ha sido para más que para determinar el método de ejecución, un castigo equivalente a ponerse la soga al cuello después de hacer el nudo.
Es bien sabido que el poder corrompe, pero ¿queda algo por corromper? Ya que con la certidumbre de poder hacer nada, además de sentarse a esperar, a escuchar un robo disfrazado de idea, y ver como el saqueo nos deja 1 por cada 2 que toma.
Esa es la descripción de las elecciones, exactamente el mismo sistema natural que tiene un mosquito al llevarse nuestra sangre, y el insecticida, es también tóxico para nosotros.
Podríamos decir que la evolución, el cambio paulatino es lo mejor, o que la revolución, es la única manera de acelerar las cosas, pero ¿cuál es el fin? ¿Repetir el ciclo? ¿O esperar que el fuego cese? La elección es tuya, ya sean dos o tres los rostros, la elección es tuya, hacer nada o hacer algo, la elección siempre es tuya, ¿porque dársela a alguien que no sabe de elecciones?
Dejar al desánimo rondar, hasta que lo reemplace la rutina con la resignación, para ahogarse en un mar de quejas, penas, injusticias, y sonreír al futuro pensando que todo mejorará si dejamos a la paz antes que al bienestar, ¿dónde quedará el bienestar? o mejor dicho ¿para quien será el bienestar? Tu eliges!
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